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La muerte de Ur-Namma conocido también como la «Lamentación de Ur-Namma en los Infiernos» (mencionado como Ur-Nammu en ocasiones), es un poema que explica cómo es la vida en el Inframundo Sumerio. En algo más de 240 líneas, se compuso en lengua sumeria, hacia el año 2000 a.C., y sobre una única tablilla, luego copiada varias veces, una “lamentación” centrada en la figura del Rey Ur-Namma (2111-2094 a.C.), fundador de la dinastía III de Ur.
A pesar de la intervención de la diosa Inanna en su favor en el Más Allá y de la piedad que en vida había dispensado a los dioses, Ur-Namma no pudo escapar al común destino de todos los humanos. A remarcar la llegada del Rey al Más Allá por un camino embarrado subido en un carro. A pesar de la serie de lagunas y desperfectos (no resueltos ni por las copias ni por un duplicado hallado en Susa), su contenido puede ser en gran parte reconstruido.
Mitología Sumeria
La lamentación de Ur-Namma
Todo el pueblo era una voz lamentándose. Ur, la ciudad, fue golpeada, El Palacio fue devastado, la ciudad fue destruida. La gente quedó asustada. El mal cayó sobre Ur. El fiel pastor Ur-Namma se vio obligado a abandonarla. Sí. ¡El justo pastor Ur-Namma se vio obligado a abandonarla!
An, el Gran dios del cielo, cambió su sagrada palabra. El corazón de An estaba lleno de desconsuelo. Enlil, el Dios que decreta el destino, cambio engañosamente todos los destinos fijados. Por su parte, la diosa madre Ninmah (Ninhursag) entonó un lamento en su templo. Enki, el dios de la sabiduría, cerró el portón de Eridú, su residencia. El propio Enki, en cuanto Nudimmud por haber creado a la humanidad, entró en su aposento y se entregó al ayuno. El dios luna Nanna, luminaria nocturna, frunció su ceño en las alturas celestiales. Utu, el dios sol, no se alzó en el cielo: al contrario, extendió oscuridad sobre el día.
La madre, triste a causa de su hijo, la madre del rey, la sagrada Ninsun, grita desesperadamente: “¡Oh, mi corazón!”. Pronuncia aquel lamento por el destino decretado para Ur-Namma, porque el mal, la desgracia había obligado al fiel pastor a dejar Ur, su ciudad. Sus habitantes lloraban en los lugares de asueto de las calles de la ciudad, donde antes reinaba la alegría.
Las gentes, desfallecidas, agotadas sus fuerzas, no pueden dormir bien. Todo el pueblo pasa los días lamentándose por el fiel pastor que había sido hecho prisionero. Cuando el agua primaveral fue vertida en los canales, el gugallu, el inspector de los canales, permaneció silencioso, así que cuando el grano gunu creció en los campos, la “vida del país” quedó sumergida. Para el engar, el agricultor diligente, que estaba junto a los campos, la cosecha disminuyó. Enkimdu, el Dios del dique y de los canales, quitó el dique y los canales de Ur. El suelo quedó en su soledad. Las plantas fieles, aquellas en las que se puede confiar, quedaron anegadas, vinieron a menos. En las estepas las plantas buenas no crecían. Sin embargo, las plantas malsanas sí crecieron. Las vacas y los establos fueron destruidos, los terneros, privados de sus madres, murieron.
La muerte del rey Ur-Namma
El sabio pastor Ur-Namma, experto en las batallas y los combates, el rey, el portavoz de Sumer, Ur-Namma, el jefe de Sumer, el ornamento de la asamblea, yace enfermo. Sus manos, antes en movimiento, están paralizadas. No puede hacer nada con ellas. Está enfermo. Sus pies, que antes pisoteaban cualquier cosa, están paralizados. No puede hacer nada con ellos. Está enfermo. Desde el lugar del combate el fiel Pastor, el rey, la gran espada de Sumer, Ur-Namma, el rey del país, fue llevado a la “Cámara furiosa”; Ur-Namma fue llevado a Ur. Se le hizo entrar en la Casa de la Lamentación. El fiel pastor yace en su palacio.
Ur-Namma, amado por sus soldados, no es capaz de levantar la cabeza. El supervisor de todos los países extranjeros yace tumbado. Ha penetrado en el lugar un silencio de muerte. El campeón del país ha caído, ha sido devastado como una montaña. Como un bosque hashur, ha sido cortado, su apariencia ha sido alterada. Ha pasado a través de los cedros del país, el estado de los cedros ha sido alterado. Han puesto el hacha sobre la vivienda del rey, como si se talará un árbol de boj. Como un cedro verde ante lo han arrancado del palacio, en donde él yacía. ¡Cómo se cambió el destino del héroe en su palacio!
El lecho de su esposa fue cubierto por el Viento del Sur. Igualmente, se extendió sobre los de sus concubinas. Los días sakkutu del rey se habían cumplido. ¡Él ha perdido la vitalidad! Como consecuencia, los dulces sacrificios no se produjeron más. Unas manos malvadas se han acercado, alzándose contra tales sacrificios. Por eso los dioses Anunna rechazaron sus regalos. Con todo, el dios An no asistía a su lamento. Sus días no habían sido completados. Debido a las palabras pronunciadas por Enlil no existía ningún consuelo. La percepción de su pueblo, incluso por aquello que él había amado, estaba alterada. Pueblos extranjeros lo han vencido.
Un fantasma errante
Después de que ellos hubieron así abandonado a Ur-Namma en el lugar de la matanza como una vasija rota, su gidim, esto es, su espectro, acudió allí arrogantemente, como un cúmulo de nubes. Pero Ereshkigal dijo: “Él todavía no lo ha hecho; él no ha realizado todavía cosas más deseables. Ur-Namma, ¿Qué cosas buscas de mí?”.
Al Aralli, el lugar principal, la cabeza de la Tierra, fue llevado Ur-Namma, el hijo de Ninsun, sin haber agotado todavía todo su vigor. Los soldados que antes le habían acompañado, siguen llorando por él. En un país distante, como si fuera Dilmún, un lugar para él desconocido, allí hundieron la nave funeraria. Fue reducida a pedazos. Sus remos, su mástil, su quilla y su timón fueron despedazados. Sus tablas fueron rotas, su trinquete fue quebrado. Finalmente, todo quedó hundido, todo fue llevado al amargo polvo. Con el rey se encontraban sus asnos que ritualmente fueron enterrados allí. ¡Sí! Con Ur-Namma se encontraban sus asnos; sus asnos fueron enterrados con él.
El aspecto del país cambió. El vigor del país fue alterado. La marcha hacía el Kur era un camino desolado y desierto. El rey no podía avanzar. El carro en el que iba estaba atascado a causa del barro. Era intransitable. Ur-Namma no podía avanzar.
Ofrendas para los dioses sumerios
Arribado al infierno, al Kur, Ur-Namma da regalos a los siete grandes porteros del Mundo Inferior, a los famosos reyes que habían muerto. El ishib, el lumah, la nin-dingir (todos ellos cargos sacerdotales, que habían sido escogidos por oráculo) informaron al pueblo del Más Allá de la llegada del rey. Un tumulto se alzó en el Mundo Inferior. Aquellos personajes, que habían muerto, dieron la noticia de la llegada de Ur-Namma. Por el Mundo Inferior se expandió aquella nueva.
El rey sacrifico bueyes, ofreció innumerables ovejas. A los que allí estaban les dejó sentarse al enorme banquete que había preparado, porque la comida normal del Más Allá es amarga, el agua está salada. El corazón del fiel pastor conocía las reglas del Mundo Inferior. El rey presenta ofrendas de comida para el Mundo Inferior.
Nergal
Ur-Namma presenta como ofrendas para los infiernos bueyes perfectos, cabras jóvenes, ovejas cebadas, ¡tanto cuanto era posible llevar! Una masa de batalla, un gran arco con carcaj y flechas, un puñal afilado, una bota de cuero de varios colores que se llevan en la cadera. El pastor Ur-Namma ofreció todo aquello a Nergal, el Enlil del Mundo Inferior, en sacrificio en su palacio.
Gilgamesh
Igualmente, el pastor Ur-Namma ofrece en sacrificio a Gilgamesh, el señor del Mundo Inferior, en su palacio, un largo arco, una bota de piel, un arma puntiaguda, adaptada para la batalla, una terrible maza celestial, un escudo de asedio, que se apoya en el suelo, la potencia del heroísmo, un hacha de batalla, arma preferida de Ereshkigal.
Ereshkigal
Ur-Namma ofrece en sacrificio a Ereshkigal, la madre de Ninazu, en el palacio de ella, un recipiente de keshda, lleno de aceite, y una copa shagan, de perfecto acabado, un recargado vestido, un vestido shuluhu, un vestido pala de reina, así como el resplandeciente Eshar de los me del Mundo Inferior.
Dumuzi
El pastor Ur-Namma ofrece a Dumuzi, el amado esposo de Inanna, en sacrificio, y en su palacio, ovejas alum, ovejas suluhu, grandes cabras de la montaña, un cetro de oro de la soberanía, con la empuñadura de lapislázuli.
Namtar
Ur-Namma ofrece a Namtar, el que decreta todos los Destinos, en sacrificio y también en su palacio, una preciada corona, de perfecto acabado, un anillo de oro en forma de barco magur, una sagrada piedra de cornalina, adecuada para el pecho de los dioses.
Hushbishag
Ur-Namma ofrece en sacrificio a Hushbishag, la esposa de Namtar, en el Palacio de ella, un sello con el asidero de lapislázuli, propiedad de los infiernos, un pasador de plata para el cabello, incrustado con cornalina, y un peine de mujer.
Ningizzida
Asimismo, Ur-Namma ofrece en sacrificio en su palacio al guerrero, al héroe Ningizzida, dios del verdadero árbol, un carro de madera con ruedas adornadas con oro, así como asnos de varias especies, uno de ellos con los lomos manchados de colores, un pastor y un boyero.
Dimpimekug
A Dimpimekug, que está al costado de Ningizzida, Ur-Namma le regala un sello de lapislázuli que cuelga de un broche, un pectoral de oro y de plata con la cabeza de un bisonte como adorno.
Ninazimua
Y a su esposa Ninazimua, la jefa-escriba de los Infiernos, el pastor Ur-Namma le ofrece en sacrificio en el Palacio de ella un Yelmo con elevadas orejas de sabio, hecho de alabastro, un estilete de bronce, emblema del escriba, una regla de medir de lapislázuli, una caña de una medida ninda de longitud.
Anunna
A los Anunna, los grandes gobernantes del Más Allá, Ur-Namma les ofrecen sacrificio en su palacio toros magníficos, cabras perfectas y ovejas engordadas que él había traído.
Siete días de lamentos para Ur-Namma
Después de que el rey hubo provisto al Kur, después de que Ur-Namma hubo contribuido al alimento del Kur, los grandes gobernantes del Kur, los Anunna que habían aceptado las ofrendas hicieron sentar a Ur-Namma en un gran trono del Mundo Inferior. Fijan y preparan un lugar de residencia para él en el Kur. De acuerdo con la decisión de Ereshkigal todos los soldados que habían sido pasados por las armas, todos aquellos que murieron violentamente, fueron entregados al rey. Ur-Namma asignó a cada uno su lugar. Junto a su amado hermano Gilgamesh él emite las sentencias del Mundo Inferior, emana las ordenanzas de los infiernos.
Después de que hubiesen pasado siete días, los lamentos de Sumer llegaron a mi rey. Los lamentos de Sumer llegaron, finalmente, a Ur-Namma. El llanto se extendió sobre las murallas de Ur, que no había podido acabar, sobre su nuevo palacio, que había levantado sin poder disfrutar de él. Ur-Namma, el pastor, que no podría ya cuidar de su casa, entonó una lamentación. Ya no podría estrechar en su seno a su esposa, ya no podría sentar a sus hijos en sus rodillas, ya no podría seguir a sus hijas pequeñas hasta la juventud y la madurez.
Un rey desolado y lamentándose
Mi rey lloró desconsoladamente. El fiel pastor se derramó en un llanto que partía el corazón:
En cuanto a mí (se lamentaba el pastor Ur-Namma) he aquí cómo se me ha tratado. En verdad, yo servía bien a los dioses, Levante altares para ellos, preparaba para ellos el alimento cotidiano. Aseguraba la prosperidad a los Anunna. Ornamentadas sus lechos en los que eran diseminadas plantas de frescas hierbas. Pero ninguno de los dioses me ha ayudado ni ha consolado mi corazón. ¡Pobre de mí! Mi buen augurio se hizo tan distante como el cielo. Pero, ¿Qué he obtenido por haber servido a los dioses diariamente?
La lamentación de Ur-Namma en los Infiernos
Después de pronunciar aquellas palabras, el rey de Ur se sentó en el frío suelo del Más Allá. Tras estar en silencio en breves momentos continuó con su lamento:
Yo, que servía a los dioses, noche y día, ¿Cómo he sido pagado por mis esfuerzos? El día se acaba ahora sin sueño para mí, que servía a los dioses noche y día. Como si estuviese detenido por una tempestad que cae desde lo alto del cielo, ¡ay!, ahora no puedo retornar más a la construcción de Ur. ¡Ay! ¡Mi esposa se ha convertido en una viuda! ¡Pasa el día derramando lágrimas y pronunciando quejas amargas! Mi fuerza, que una vez tuve, se ha ido. A mí, el guerrero, la mano del destino me ha castigado cruelmente en tan solo un día.
La lamentación de Ur-Namma en los Infiernos
La esposa de Ur-Namma
Sigue una laguna de cuatro líneas, en las cuales Ur-Namma se compara a distintos animales. Cuando el texto se hace legible, el rey sigue aludiendo a su esposa.
Mi esposa pasa los días en lloros y lamentos. Mi benévolo Udug, se ha mantenido al margen. Mi amable Lamma, genio protector, no se preocupó de ella. Ninsumun no la protegió con su firme y noble mano. Nanna, el señor Ashimbabbar, no extendió su halo protector. Enki, el rey de Eridú, no lo sacó de su desesperación. Él le ha cortado su dolor, no había ninguna respuesta a su desgracia. Como un barco a la deriva en una tormenta tempestuosa, el palo de anclaje, su sustento, no sirvió de nada.
Como un asno de la estepa, que está lejos de un pozo peligroso, ellos tenían una pesada mano sobre ella, mi esposa. Como para un león caído en una trampa, ellos enviaron vigilantes; como un perro, ella fue aprisionada en una jaula, así ellos lo enmudecieron. Utu, el dios de la justicia, no le prestó atención; ella, sin embargo, entonó el grito de “¡Oh, señor mío!”. Mis instrumentos tigi, adab, gigid y zamzam, todos ellos instrumentos musicales, han sido convertidos por mi causa en lamentos. Algunos, al contrario, lanzaron los instrumentos musicales contra la pared en la sala de Música.
La lamentación de Ur-Namma en los Infiernos
Después de recordar la triste situación de su esposa, Ur-Namma centró su lamento en su reino y familia.
Todo ello porque, al contrario que sobre mi trono, cuyo disfrute no pude llegar a ver cumplido del todo, ellos me hicieron acurrucar en la suciedad de un pozo. Y ello porque, al contrario que sobre mi lecho, cuyas delicias no había podido disfrutar completamente, me hicieron yacer en la estepa abierta y desolada. ¡Ay! ¡Delante de mi esposa, en lágrimas! ¡Ay! ¡Delante de mis hijos, en lágrimas! Ellos entonaron un lamento y repetían lo que yo había pronunciado.
La lamentación de Ur-Namma en los Infiernos
Ur-Namma e Inanna
Sin dejar de suspirar, Ur-Namma evocó la ausencia de Inanna, diosa que no pudo socorrerle, pero a quien reconoció su interés por su causa.
Cuando yo fui tratado así, Inanna, la preeminente, la reina de la batalla, no estuvo presente. Enlil había enviado un mensaje a todos los países respecto a este asunto tan importante. Luego, después de haber alejado su mirada de allí, Inanna entró humildemente en el brillante templo Ekur.
La lamentación de Ur-Namma en los Infiernos
Cuando ella se presenta con ojos furiosos ante la presencia aterradora de Enlil, este le dijo:
¡Gran reina del templo Eanna, puesto que él está encorvado en tierra, no podrá salir de allí! El fiel pastor ha abandonado el Eanna, ¡no se le ha visto más!
La lamentación de Ur-Namma en los Infiernos
Inanna, la luz esplendorosa, la hija mayor de Nanna el dios de la luna, al oír aquellas palabras, hace añicos el cielo, hace temblar la tierra. Inanna destruye establos, devasta apriscos, diciendo:
Contra An, el rey de los dioses, quiero gritar a modo de insulto. A Enlil, que ha alzado la cabeza junto a mí: ¿Quién ha cambiado esta orden? La sublime palabra que el rey An pronunció, ¿Quién la ha cambiado? Las leyes que gobiernan el país, fijadas por nosotros, ¿no son válidas? Para el lugar de los dioses, donde el sol nace: ¿no debe existir allí más abundancia?
Mi santo gipar, mi santuario Eanna, ¡ellos lo han demolido como si fuese una montaña! ¡Ojalá que mi hombre poderoso hiciera crecer de nuevo para mí la hierba en la estepa! ¡Ojalá que como una barca de río me hiciera anclar en un tranquilo muelle!
La lamentación de Ur-Namma en los Infiernos
El decreto final de Ningizzida
Así Inanna, en verdad, difundió ampliamente un lamento para Ur-Namma. Hizo poderosa la fama del rey, comunicando su asesinato por todos los lugares. Entre lágrimas y lamentos, Ningizzida decretó finalmente el destino de Ur-Namma:
Que tu noble nombre pueda ser invocado. Que tu puro cetro sea reconocido en todos los lugares, arriba y abajo. Que Sumer y Akkad, en tu palacio, aclamen tu fama. Los canales que tú excavaste, Enlil los volverá a llenar de fecundantes aguas. Las amplias tierras, que hiciste productivas, renacerán repletas de plantas. El cañaveral que sacaste del agua se llenará de canoras aves.
Las amplias tierras del grano que añadiste a los vastos campos, los poblados fortificados y los asentamientos que tú fundaste conocerán la fama de tu nombre. La gente, asombrada, admirara todo ello. ¡Oh, Ur-Namma, todos aclamarán tu nombre! Además, Enlil, conocido también como Nunamnir, el “Príncipe del heroísmo”, alejará a tu malvado Udug.
La lamentación de Ur-Namma en los Infiernos
Después de ocho líneas en muy mal estado de conservación, el anónimo escriba finaliza su texto con una alabanza a Ningizzida, dios que, ante la disputa entre An e Inanna a causa de la prematura muerte de Ur-Namma, finalmente decretará un nuevo destino para el rey de Ur (el recuerdo perpetuo de su nombre), mientras que en la tierra continua el lamento por el añorado Ur-Namma.
Mesopotamia
Referencias
- Samuel Noah Kramer (2010). La historia empieza en Sumer: 39 testimonios de la Historia escrita. ISBN 8420679690
- Érica Couto Ferreira (19 Octubre 2020). Infierno: El más allá en la Mesopotamia Antigua. Editorial: Aurora Dorada. ISBN 8412183118
- Federico Lara Peinado (2017). Mitos De La Antigua Mesopotamia: Héroes, dioses y seres fantásticos (pag.251). Editorial Dilema. ISBN 8498273889
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