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Anunnakis

Nergal y Ereshkigal

Tiempo estimado de lectura: 35 minutos

El relato de «Nergal y Ereshkigal» es un mito acadio se ha podido recomponer gracias a tres fuentes. Una primera, basada en una tablilla que contenía un corto ejercicio escolar (88 líneas), realizado en el siglo XIV a.C., en la ciudad egipcia de El-Amarna por un estudiante de lengua acadia, constituyendo la llamada “versión antigua”. Y otras dos, inscritas en sendos manuscritos de tiempos neoasirios, descubiertos, uno en 1951, durante las excavaciones realizadas en Sultantepé (Turquía), y otro en 1969, en la ciudad de Uruk, formando la “versión reciente”.

El mito tiene como finalidad explicar cómo Nergal llegó a ser titular del Más Allá, en medio de un romántico contexto amoroso, eliminando así los teólogos a Gugalanna, el primer esposo de la Reina de los Infiernos. En cualquier caso, la crítica interna del relato permite detectar elementos propios de la etapa paleobabilonia, de hacia el 1700 a.C. Se recogen aquí ambas versiones.

Mitos Mesopotámicos

Diosa Bau

Bau: Himno de la Diosa Protectora

Nanna y los Utukku Lemnutu

Nanna y los Utukku Lemnutu

Versión Antigua

Un día, cuando los dioses estaban preparando un banquete, enviaron un mensajero a su hermana, a Ereshkigal, la Reina de los Infiernos, para decirle:

-Considerando que a nosotros no se nos ha concedido descender hasta ti y que tú no puedes subir hasta donde nos hallamos, envíanos, por eso, a alguien para que coja tu parte del banquete.

Oída aquella petición, Ereshkigal, en consecuencia, envió a Namtar, su visir.

Namtar, llegado al cielo, a lo más alto, fue introducido en la sala donde los dioses estaban en torno a una mesa, conversando y banqueteando. Ellos se levantaron y le dieron la bienvenida, pues se trataba del mensajero de su augusta hermana. Viéndole acercarse le trataron con respeto y le entregaron la parte del banquete de la diosa, su señora. Pero Nergal queriendo ofenderle no obsequió a Namtar, el mensajero de su excelsa hermana, ni siquiera se puso de pie.

Pérdida de trece líneas. Gracias al contexto posterior de la narración y a lo que relata la otra versión parece ser que Nergal no quiso ponerse de pie al recibir a Namtar, ofendiendo así a la Reina de los Infiernos. Namtar, en consecuencia, no tomó la parte del banquete que le correspondía a su reina e incluso llegó a pronunciar algunas amenazas al marchar.

[Pero él, la rechazó, lloró y sollozó, retomando -no sin lanzar serias amenazas- el camino hacia el País sin retorno (el inframundo). Su negativa había estado motivada por una falta de cortesía cometida por uno de los dioses, de nombre Nergal. En efecto, cuando Namtar fue introducido en la sala, todos los dioses se habían levantado y le habían saludado con efusión, excepto Nergal, quien, sin hacerle el menor caso, había permanecido sentado y en silencio, sin concederle la más mínima mirada.

Namtar había considerado aquella acción no sólo como una falta de cortesía hacia su Señora, sino especialmente como un grave insulto a la majestad de quien le había comisionado para acudir al cielo. Por eso había despreciado la parte del banquete que se le había ofrecido.]

[Las graves amenazas vertidas por Namtar cuando salía del cielo habían sido oídas también por Nergal. De inmediato, se sintió culpable, temiendo incluso por su vida. Por eso acudió apresuradamente ante Ea (Enki), el más sabio de los dioses, a pedirle consejo.

-Príncipe Ea, temo por mi vida. Sé que me he portado mal, al no recibir al mensajero de nuestra hermana Ereshkigal. ¿Qué debo hacer?

Ea le respondió:

-No te preocupes. Todos llevamos abundante pelo. A fin de volverte irreconocible, rasúrate la cabeza.

Mientras tanto, Namtar ya había arribado a los Infiernos y dado cuenta de lo ocurrido a su señora Ereshkigal. La diosa, furibunda, por la falta de respeto cometida hacia su insigne persona, con la mirada hiriente y afiladas palabras, le dijo a su mensajero:]

-Vete, Namtar, otra vez al cielo, y de parte de su hermana, infórmales de mi decisión: “¿Dónde está el dios que no se levantó ante mi mensajero? Enviádmelo para condenarlo a muerte, porque yo lo quiero matar”.

Namtar se fue, pues, a parlamentar con los dioses y aquellos, habiéndolo convocado, discutieron con él acerca de la taxativa y cruel petición de Ereshkigal. Tras ello dijeron a Namtar:

-Busca bien y cuando hayas visto al dios que no se levantó ante ti, aprehéndelo y llévalo a tu Señora.

Cuando Namtar los examinó, advirtió que el último de los dioses tenía la cabeza rasurada. Sin embargo, dijo a los dioses:

-No, no he reconocido al dios que no se levantó ante mí.

Y marchó a hacer su informe a Ereshkigal.

-Señora mía -le dijo Namtar ya en los Infiernos-, he visto a todos los dioses y los he examinado. Entre ellos observé que el último tenía la cabeza rasurada, pero no he reconocido entre ellos al dios que no se levantó ante mí.

Ereshkigal abrió la boca, tomó la palabra y le dijo a su mensajero.

-Bien, a fin de encontrarlo, irás al cielo todos los meses.

Laguna de dos líneas.

[Todos los meses los dioses celebraban su banquete. Y cada vez que Namtar iba al cielo coincidiendo con aquella celebración, Nergal se ponía nervioso. Sin embargo, seguía sin ser reconocido, pues trataba de ocultarse. Aquello no le tranquilizaba; al contrario, le provocaba amargas lágrimas. Una de aquellas veces Nergal acudió ante Ea, su señor.]

-¡No puedo aguantar más! -le dijo nervioso-. Ya sabes que temo por mi vida. Cuando Ereshkigal de conmigo y me vea, no me dejará con vida.

-No tengas miedo -le respondió Ea-. Creo que lo mejor es que te presentes ante Ereshkigal. Pero te voy a dar catorce guardianes para que vayan contigo a los Infiernos y te protejan. Serán […], […], […], Mutabriqu, Sharabda’a, Rabisu, Tirid, Idibtu, Be’ennu, Sidanu, Miqit, Bel-uri, Umma y Libu. Todos ellos, vigorosos y terroríficos, irán allí abajo contigo.

Cuando Nergal llegó a la puerta de Ereshkigal, llamó:

-¡Portero! ¡Ábreme tu puerta! ¡Suelta las aldabas para que pueda entrar! He sido enviado a presencia de tu señora.

El portero marchó a anunciar a Namtar la presencia de aquel dios:

-Un cierto dios -le dijo el portero a Namtar- está de pie en la entrada de la puerta. Ve e inspecciónale para que entre.

Y Namtar salió afuera y en cuanto le hubo visto le dijo, alegrándose:

-¡Quédate ahí! ¡Espera!

Y marchó a decirle a su Señora:

-Mi señora, se trata de ese dios que meses atrás había desaparecido, después de haber rehusado levantarse ante mí.

-¡Hazlo entrar aquí! -respondió la diosa-. En cuanto llegue, lo mataré.

Y Namtar volvió a salir y le dijo a Nergal:

-Entra, mi señor. Pasa a casa de tu hermana a recibir lo que te corresponde.

Entra, Nergal, te alegrarás de mi recibimiento.

El final del anverso de la tablilla, unos tres versos, se halla roto.

[Después de haber entrado en el recinto de Irkalla, Nergal fue colocando, rápidamente, a cada uno de sus catorce acompañantes, todos vigorosos y terroríficos, en las catorce puertas de los Infiernos.]

Él, entonces, sitúa al divino […] en la primera puerta; al divino […] en la segunda; al divino […] en la tercera; a Mutabriqu en la cuarta; a Sharabda’a en la quinta; a Rabisu en la sexta; a Tirid en la séptima; a Idibtu en la octava; a Be’ennu en la novena; a Sidanu en la décima; a Miqit en la undécima, a Bel-uri en la duodécima; a Umma en la tredécima; a Libu en la decimocuarta. Llegado al patio central dio a Namtar y a su gente esta orden:

-¡Que las puertas estén abiertas de par en par! ¡Ahora -dijo Nergal- soy yo vuestro perseguidor. Me lanzaré contra vosotros!

Una vez en el interior del palacio, cogió a Ereshkigal y agarrándola por sus cabellos la sacó fuera de su trono arrojándola a tierra para cortarle la cabeza.

-¡No me mates! -decía ella-. ¡Hermano mío, no me mates! ¡Déjame decirte una palabra tan solo!

Cuando Nergal oyó aquella súplica, aflojó el crispar de sus manos y la diosa, con lágrimas y sollozando, le dijo:

-Sé mi esposo y yo seré tu mujer. Te haré poseer la realeza sobre los Infiernos. Te entregaré además la Tablilla de la Sabiduría. Tú serás el Señor, yo la Señora.

Al oír Nergal aquellas palabras la tomó en sus brazos, la besó y le enjugó sus lágrimas, diciéndole después:

-Lo que tú has querido hacer de mí, desde hace meses, he aquí, ahora, bien realizado.

Versión Reciente

Al comienzo del texto faltan o están mutiladas unas 20 líneas que contenían un himno en acadio dedicado a la diosa Baba, sin relación argumental con el contenido del mito. El inicio de éste se haya perdido, faltando alrededor de unas cuatro líneas.

[Un día en el que los dioses iban a celebrar un banquete,] Anu abrió la boca y dirigió estas palabras a su mensajero Kakka:

-¡Kakka! Te voy a enviar al País sin retorno con una misión: decirle a mi hija Ereshkigal, la Señora del Infierno, esto: “Tú, tú no puedes subir aquí arriba, por lo tanto, este año no vendrás al banquete. Nosotros no podemos descender y no descenderemos a tu Casa en este mes. Que venga, pues, tu mensajero: a la hora de los postres él recibirá la parte que a ti te toca del festín. Todo lo que yo le entregue te lo llevará íntegramente”.

Kakka bajó, pues, la larga escalera del cielo y cuando llegó a la puerta de Ereshkigal, llamó con fuerte voz:

-¡Portero! ¡Ábreme la puerta!

-Entra Kakka -le respondió el portero-. Y que el espíritu protector de la puerta te acoja favorablemente.

El portero hizo atravesar al divino Kakka la primera puerta, luego la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta, la sexta y la séptima puerta. Llegado al amplio patio de Ereshkigal, Kakka se prosternó y besó el suelo frente a ella, después se irguió y, quedándose de pie, se dirigió a la diosa, diciéndole:

-Tu padre Anu me ha enviado a decirte: “Tú, tú no puedes subir aquí arriba, por lo tanto, este año no vendrás al banquete. Nosotros no podemos descender y no descenderemos a tu Casa en este mes. Que venga, pues, tu mensajero: a la hora de los postres él recibirá la parte que a ti te toca del festín. Todo lo que yo le entregue te lo llevará íntegramente a ti”.

Ereshkigal abrió la boca y dirigió estas palabras a Kakka:

-Oh, mensajero de nuestro padre Anu, que acabas de llegar. ¿Todo va bien para Anu, Enlil y Ea, los dioses supremos? ¿Va todo bien para Nammu y Nanshe, santas divinidades? ¿Ya todo bien para el Esposo de la Señora del cielo? ¿Todo va bien para Ninurta, el todopoderoso sobre la tierra?

Kakka le respondió a Ereshkigal:

-En efecto, todo va bien para Anu, Enlil y Ea, los dioses supremos. Y también todo va bien para Nammu y Nanshe, santas divinidades. Y para el Esposo de la Señora de los cielos. Y para Ninurta, el todopoderoso sobre la tierra. Ellos también, a la recíproca, esperan que todo vaya bien para ti.

Ereshkigal, tras asentir a aquellas palabras, que venían a ser corteses saludos, abrió su boca y se dirigió ahora a su visir Namtar, diciéndole:

-Namtar, visir mío, te envío a la Casa de nuestro padre Anu. Sube la larga escalera del cielo. A la hora de los postres, recibirás lo que me corresponde del festín que celebran los dioses en el cielo. Todo lo que te entregue Anu, tráemelo íntegramente.

Sigue una laguna de unas de 30 líneas, correspondientes al final de una columna y al principio de otra. En la misma se narraría la llegada de Namtar al cielo en donde sería recibido y saludado cordialmente por todos los dioses. Sin embargo, uno de ellos, Nergal, rehusó inclinarse ante aquel enviado. Se ignora la reacción de Namtar ante aquella falta de respeto. Luego, retornaría al Infierno a dar cuenta de lo ocurrido a Ereshkigal, su Señora, la cual reaccionaría violentamente. Por su parte, Nergal, en el cielo, intuyendo mientras tanto las consecuencias de su falta de tacto y temeroso de la venganza de la Reina del Infierno, se fue a aconsejar ante el dios Ea, a quien le manifestó todo lo ocurrido.

El dios Ea, oída su explicación, tomó la palabra y le contestó a Nergal:

-Cuando Namtar llegó al cielo, subiendo por la larga escalera, todos los dioses, en un mismo gesto y al mismo tiempo, se inclinaron ante él, incluso los dioses supremos, señores de los destinos, porque él, Namtar, poseía por delegación los poderes de Ereshkigal y de las divinidades que residen en el Infierno. ¿Por qué rehusaste hacer una inclinación ante ese enviado? Yo no hacía otra cosa que guiñarte el ojo para que te dieras cuenta de la situación, pero tú hacías que no me comprendías. ¡Permanecías quieto, con los ojos clavados en el suelo!

Laguna de cinco líneas.

Nergal no dio ninguna explicación. Pero, temeroso, de las consecuencias que le podían acarrear aquel descuido, no dudó en manifestarle a Ea que acudiría ante la propia señora del Infierno a explicarle su comportamiento y pedirle perdón. Al finalizar su exposición le preguntó:

-¿Qué me aconsejas hacer, Ea? ¿Cómo debo comportarme?

El príncipe Ea, el sabio de los dioses, le habló así, indicándole las precauciones a tener en cuenta en su peligroso viaje al Más Allá.

-Nergal, viajero, si quieres hacer ese camino, ir a la mansión de Irkalla, empuña ante todo tu espada. Penetra en el bosque de los árboles mes y corta ramas de mes, de cedro blanco, de enebro. Corta también ramas de kanaktu y de shimbirru.

Nada más oír estas palabras, Nergal tomó consigo su hacha y desenvainó su machete. Penetró en el bosque de los árboles mes y cortó ramas de los árboles que le había indicado Ea. Siguiendo las explicaciones de Ea, el Príncipe, fabricó un trono para Anu y Ningizzida. En lugar de aplicarle plata, él lo recubrió de yeso; en vez de incrustar cornalina, lo recubrió con pequeñas piedras; en lugar de aplicarle oro, él lo abigarró con leru y con kalguqqu. En lugar de incrustarle lapislázuli, le aplicó zaginduru.

Una vez acabado el trabajo y terminado el trono, el dios Ea le llamó y le dio estas instrucciones:

-¡Viajero! Puesto que quieres marchar al Infierno, observa bien todas las instrucciones que te voy a dar. Cuando a tu llegada al Infierno, se te ofrezca un trono, rechaza sentarte en él. Si un panadero te trae pan, rehúsa comer de él. Si un carnicero te trae carne, no la consumas. Su un repostero te trae cerveza, no la bebas. Si se te presenta un pediluvio, rechaza mojar tus pies en él. Y si Ereshkigal entra en la sala de baños, revestida de sus ropajes transparentes y te desvela su hermoso cuerpo, no demuestres tu deseo como el que manifiesta un hombre hacia una mujer.

Sigue una rotura de unas diez líneas. En ellas se daría cuenta, probablemente, de la reacción de Nergal ante los consejos de Ea. Tras ello, Nergal partía hacia el Infierno.

Nergal, después de escuchar con atención los consejos de Ea, se dirigió hacia el Infierno. Hacia la Casa oscura, la mansión de Irkalla, el lugar de donde no salen nunca más aquellos que en ella han entrado. Marchó hacia el País sin retorno, hacia la Casa en la que los que entran quedan desprovistos de luz, donde el polvo alimenta su hambre y donde su pan es la arcilla, donde están vestidos como pájaros, sin jamás ver el día, y donde están acurrucados en las esquinas, llenos de gemidos, pasando sus días llorando como tórtolas.

Cuando Nergal hubo llegado a la puerta del Infierno, el portero abrió la boca y le dirigió estas palabras:

-Viajero, espera aquí, ante la puerta, para que vaya a anunciarte.

El portero, una vez que hubo entrado, dijo a Ereshkigal:

-Señora, cierto viajero ha llegado. No le conozco. ¿Quién lo puede identificar?

Faltan tres líneas por rotura. Después de las palabras del portero, la diosa Ereshkigal lo envía a su visir Namtar. Están perdidas también las tres primeras líneas iniciales del discurso de tal visir.

[La Reina del Infierno sin inmutarse le respondió:

-Ve a Namtar, mi visir. Él sabrá identificarlo.

El portero, tal como se le había ordenado, acudió ante Namtar.

-Namtar-le dijo-, en la puerta se halla un viajero, al que desconozco.] ¿Podrías identificarlo?

-Sí, desde luego, yo lo identificaré -le respondió Namtar-. Voy a examinarlo a través de la puerta y volveré con un informe para mi Señora.

Namtar se fue, pues, a examinar a Erra -nombre con el que también era conocido el dios Nergal- desde detrás de la hoja de la puerta. Al verle, el rostro de Namtar palideció, como una rama de tamarisco cortada. Y, cual una caña kuninu machacada, sus labios se ennegrecieron. Regresó y le dijo a su Señora:

-Señora, cuando me enviaste a la Casa de tu padre, cuando entré en el patio de Anu, todos los dioses, respetuosamente, se inclinaron ante mí. Todos ellos se inclinaron, excepto ese que se halla ante la puerta. ¡Y ahora helo aquí que ha bajado al Infierno!

Pérdida de cinco líneas.

Ereshkigal abrió la boca y le dijo estas palabras a Namtar:

-Namtar mío, sin ambicionar el poder soberano, tú habrías de haber subido a mi trono real y gobernar la Vasta Tierra infernal. Y yo, yo hubiese hecho mejor en trepar, en vez de ti, al cielo junto a mi padre para tomar parte en el banquete que él ofrecía y beber la cerveza que presentaba. [Sin más consideraciones, Ereshkigal le conminó a su visir:]

-¡Ve, pues! ¡Introduce a ese dios ante mi presencia!

El visir hizo pasar a Nergal la primera puerta, la del portero Bitu; luego la segunda, la de Kishar. Y la tercera, la de Endashurimma. Después, la cuarta, la de Enuruulla. Y la quinta, la de Enurubanda, y la sexta, la de Endushuba. Finalmente, la séptima, la de Ennugigi. Nergal tras dejar a aquellos porteros, al fin, entró en el amplio patio de Ereshkigal.

Se prosternó y besó el suelo ante ella, diciendo:

-Ha sido tu padre Anu quien me ha enviado a comparecer ante ti. Así que toma tu lugar en el trono y júzgame, asistida por los Grandes dioses que residen en el Irkalla.

Rápidamente, se le trajo un trono, pero rechazó sentarse en él. Un panadero le trajo pan, pero rehusó comerlo; un carnicero le trajo carne, pero no la consumió, un repostero le trajo cerveza, pero no la bebió, se le presentó un pediluvio, pero rechazó mojar sus pies en él.

Entonces Ereshkigal entró en la sala de baño, revestida de ropajes transparentes y le desveló su hermoso cuerpo. Pero él no demostró en absoluto su deseo como el que siente un hombre hacia una mujer.

Nueva laguna de unas diez líneas. En ellas tal vez Nergal explicaría un primer rechazo hacia la diosa, si bien cuando el texto se hace legible Nergal ha sucumbido ante la hermosura de Ereshkigal.

Nergal, no obstante, su negativa, no pudo hacer frente a los encantos de la Reina del Infierno cuando ésta entró por segunda vez en la sala de baño, despojándose de sus ropajes transparentes y mostrando la morbidez de su cuerpo. Él, evidenciando su deseo, como la pasión que siente un hombre por una mujer, la abrazó. Y arrebatados, ambos, por una mutua y ciega pasión, entraron en la cámara del lecho. Un primer día, un segundo día Ereshkigal y Nergal durmieron juntos. Un tercero, un cuarto día, igualmente. También un quinto y un sexto día. Pero, al llegar el séptimo, Nergal supo separarse de la Reina del Infierno antes de que se cumpliese la séptima noche en aquel lugar, plazo de máxima permanencia provisional, pues, cumplido el mismo, hubiese quedado retenido para siempre en la mansión de Irkalla.

Por ello le dijo a Ereshkigal:

-Déjame partir, hermana mía. No quedes trastornada por mi ausencia. Voy a marchar, pero retornaré al Infierno.

Las palabras de Nergal no obtuvieron respuesta alguna. El rostro de Ereshkigal, sin embargo, se volvió sombrío, la amargura se reflejó en sus facciones, sus labios se ennegrecieron. Nergal se fue a continuación directamente a la puerta del Infierno y dirigió estas palabras a Neti, el portero:

-Portero, Ereshkigal, tu Señora, me ha dado una misión: “Yo te envío -me ha dicho- al cielo de Anu, mi padre. Debo llevarle un mensaje. [Y no regreses antes de habérselo dado”.]

Nergal, gracias a aquella mentira, pudo salir del Infierno sin problemas. Trepó, pues, por la larga escalera de los cielos y arribó al empíreo. Cuando hubo llegado a la puerta de Anu, Enlil y Ea, éstos, habiéndole visto, se dijeron:

-Mira, ahí está el amado de Ishtar, que ha vuelto. Sin duda Ereshkigal lo volverá a buscar, enviando a Namtar. Y para que no lo reconozca que Ea, su padre, lo rocíe con Agua de manantial, a fin de que se torne calvo, bizco y patituerto y que, luego, se siente sin riesgo en la Asamblea plenaria de los dioses.

Sigue una pequeña laguna de cuatro líneas, en las cuales Ereshkigal creyendo que Nergal se había marchado por poco tiempo, se afana en preparar su regreso.

Ereshkigal, entretanto, se afanaba en arreglar su morada. Cuidaba su hermoso cuerpo, bañándolo y perfumándolo. Rociaba su Casa con agua pura, una y otra vez en compañía de dos hijas de los dioses […] y Enmeshara. A ellas les decía:

-Rociad con agua pura todos los aposentos, porque el enviado de nuestro padre Anu, una vez que haya vuelto, comerá nuestro pan y beberá nuestra agua.

Namtar, sin embargo, abriendo su boca le dijo estas palabras a Ereshkigal, su Señora:

-Ese enviado de Anu que había venido aquí ha desaparecido antes del amanecer. [Ha evitado cumplir el plazo de siete días y siete noches. Además, mintió al indicarme que tú lo enviabas de vuelta a tu padre con un mensaje.]

Entonces Ereshkigal lanzó un grito terrible y desde su trono se arrojó al suelo. Las lágrimas caían amargamente de sus ojos y sobre sus mejillas chorreaban los lloros.

-¡Erra! ¡Nergal! -gritaba ella-. ¡El amante que me colmaba de placer me ha abandonado antes de que me hubiese saciado de él! Me ha abandonado Erra, el amante que me llenaba de placer antes de que me hubiese saciado del amor que me daba.

Namtar, oyéndola, le dijo:

-Mi Señora, envíame ante Anu, tu padre, y cogeré a ese dios y me apoderaré de él y te lo traeré para que te siga besando.

Ereshkigal le contestó a su visir Namtar:

-Ve y dirígete hacia la puerta de Anu, Enlil y Ea y les dirás de mi parte: “Desde que fui niña y luego joven nunca conocí las travesuras de las adolescentes, jamás conocí los retozos alegres de las muchachas. Ese dios que me habíais enviado y que me ha hecho el amor, ¡Ojalá que pueda retornar a dormir conmigo! Enviádmelo para que sea mi amante y que permanezca conmigo día y noche. En la actualidad, vedme aquí mancillada e impura, impropia para ocupar un asiento en el tribunal de los Grandes dioses residentes en el Irkalla. Si no me lo enviáis, en virtud de los poderes del Irkalla, la Gran Tierra, haré remontar a los muertos para que devoren a los vivos. Y los muertos sobrepasarán en número a los vivos”.

Namtar, pues, emprendió el camino del cielo, trepando por la larga escalera que conducía a él. Llegado a la puerta de Anu, Enlil y Ea, aquéllos, habiéndose apercibido de él, le dijeron:

-Namtar, ¿Qué vienes a hacer aquí?

-Es vuestra hija -respondió- la que me ha enviado para que os diga de su parte que ha tenido una niñez y una juventud muy desgraciadas, que no ha conocido los retozos y las travesuras de las jóvenes. Asimismo, me ha dicho que el dios que le habíais enviado y que le hizo el amor retorne junto a ella para que sea su amante. La diosa está mancillada y no puede sentarse en el tribunal de los Grandes dioses infernales.

Anu, Enlil y Ea le escuchaban con toda atención, sin interrumpirle. Namtar finalizó sus palabras diciendo:

-Oídme lo que me ha dicho también: “Si no me lo volvéis a enviar, en virtud de los poderes del Irkalla, la Gran Tierra, haré remontar a los muertos para que devoren a los vivos. Y los muertos sobrepasarán en número a los vivos”. Estas han sido sus palabras textuales.

Ea tomó la palabra y le dijo a Namtar:

-Entra, Namtar, en el patio de Anu para buscar y llevarte contigo al dios que tú reclamas.

En cuanto Namtar entró en el patio de Anu, todos los dioses respetuosamente se inclinaron ante él, todos, los dioses del cielo y de la tierra. Se dirigió hacia uno de entre ellos, pero no reconoció en él al que iba buscando. Se encaminó hacia un segundo, y hacia un tercero, pero no reconoció en absoluto al que iba buscando. Fue incapaz de dar con él. Vuelto de nuevo a la mansión de Irkalla, se presentó ante su Señora y le dijo:

-Señora, cuando me enviaste a la Casa de Anu, tu padre, me fijé en un dios que era calvo, bizco y patituerto. Se hallaba sentado en la Asamblea de los dioses.

-¡Ve! -respondió Ereshkigal-. ¡Apodérate de él y tráemelo! ¡Se trata de él! Con toda seguridad su padre Ea lo habrá rociado con Agua de manantial, convirtiéndolo así en calvo, bizco y patituerto. Y con tal aspecto habrá tomado su lugar en la Asamblea plenaria de los dioses. [Lo ha transformado en un ser feo para que así no pudieras identificarlo.]

Namtar volvió a trepar la larga escalera del cielo y cuando llegó a la puerta de Anu, Enlil y Ea, éstos, habiéndolo visto, le dijeron:

-¿Qué vienes a hacer aquí, otra vez, Namtar?

-Vuestra hija-les respondió-es quien me ha dado esta orden: “¡Apodérate de ese dios y condúcemelo aquí!”.

-¡Bien, Namtar, entra en el patio de Anu! Busca a tu culpable y llévatelo contigo.

Se dirigió hacia uno de los primeros dioses, pero no reconoció en él a quien iba buscando. Se dirigió hacia un segundo, y hacia un tercero, con el mismo resultado. Luego hacia un cuarto y un quinto, con idéntico resultado. Entonces Nergal abrió la boca y le dirigió estas palabras a Ea:

-No estaría de más que Namtar, ese enviado que nos ha llegado, bebiera de nuestra agua, tomara un baño y se frotase su cuerpo con ungüentos.

Laguna de seis líneas. En ellas Namtar debía de reconocer a Nergal e invitarlo a que lo acompañase al Infierno. Luego, antes de bajar a la mansión de Irkalla, el dios Ea le dio nuevas advertencias a Nergal.

-No te despojes de tus vestidos, Erra. Te voy a enviar de nuevo al Irkalla.

Siguen tres líneas en muy mal estado.

Después, en tono amenazante le llegó a decir:

-Incluso yo mismo te eliminaría si no cumples mis avisos. Te voy a enseñar las reglas de la Gran Tierra. Cuando marches de aquí llévate un trono.

En otras seis líneas, totalmente destruidas, se le indica que llevase otros diferentes objetos que iban a serle de suma utilidad.

Erra guardó en su corazón las palabras de Ea. A continuación, engrasó su cuerda y descolgó su arco. Luego bajó la larga escalera del cielo. Cuando llegó ante la puerta de Ereshkigal, gritó:

-¡Ábreme la puerta, portero!

Pero el portero colgó ante la puerta el trono de Nergal sin dejar que se lo llevara. El segundo portero hizo lo mismo con su […].

Siguen otras seis líneas perdidas, en donde se citan al resto de los porteros, por su orden todos los cuales hicieron lo mismo: obligarle a Nergal a que entregara los objetos que llevaba.

[Desposeído de todos sus objetos,] entró al final en el amplio patio de Ereshkigal. Sonriendo, se dirigió hacia ella. Y la cogió por su chal y la hizo descender de lo alto de su trono. Luego, cogiéndola por sus cabellos rizados la apretó contra sí, manifestándole todo el amor que sentía en su corazón por ella. Y arrebatados de nuevo, uno y otro, por una mutua pasión, se precipitaron con ardor en el lecho. Un primer día, un segundo día, la reina Ereshkigal y Erra durmieron juntos. Igualmente, un tercero, un cuarto, un quinto, un sexto y un séptimo día, consumiendo así las siete noches en el Infierno. Cuando llegó el octavo, Anu, desde el cielo, abrió su boca y dirigió estas palabras a su mensajero Kakka:

-Kakka, te voy a enviar al País sin retorno, a la morada de Ereshkigal, que reside en el Infierno para que le digas: “Este dios que te he enviado permanecerá contigo toda la Eternidad. Él no formará ya nunca más parte del Mundo Superior, sino que, en adelante, lo será del Mundo Inferior”.

El final del mito y el colofón del texto faltan por rotura de la tablilla. Alrededor de unas doce líneas contendrían el discurso de Anu, confirmando el destino asignado al dios Nergal como titular del Infierno.

Mesopotamia

Ninurta

Las hazañas de Ninurta

Bibliografía

Federico Lara Peinado (2017). Mitos De La Antigua Mesopotamia: Héroes, dioses y seres fantásticos (pag.463). Editorial Dilema. ISBN 8498273889. PDF.

J.L. Amores (2023). Dioses Sumerios: Tomo I. Entre el Cielo y La Tierra. Basado en la Asiriología. ISBN: 979-8859303960
J.L. Amores (2023). Dioses Sumerios: Tomo II. Entre el Cielo y La Tierra. Basado en la Asiriología. ISBN: 979-8859545308