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Anunnakis

El Matrimonio de Sud

Tiempo estimado de lectura: 20 minutos

En una veintena de tablillas paleobabilónicas, escritas en sumerio y localizadas en la ciudad de Nippur, así como en otras cuatro de época neoasiria (éstas complementadas con una versión acadia) se inscribió en 175 líneas el mito del matrimonio de Enlil con la diosa Sud, titular de la ciudad de Eresh, diosa apenas sin importancia religiosa a pesar de su antigüedad, pues había sido una divinidad antediluviana de Shurupak.

Tras concedérsele el nombre de Ninlil, todas las prerrogativas de esta gran diosa, pasaron a ser incorporadas en la figura de Sud. El mito sirvió para conectar los panteones de Nippur y de Eresh (enclave éste que desapareció de la documentación mesopotámica ya hacia el año 1800 a.C.). Pero, en realidad, tal sincretismo venía a evidenciar acuerdos políticos de alto alcance, signados por ambas ciudades, de los que se ignora su contenido.

Las ocho primeras líneas se hallan incompletas.

Mitología Sumeria

Namzitarra

Enlil y Namzitarra

Enlil y Sud

Nisaba, la Señora que ocupa siempre el lugar principesco, la Señora, maravillosamente fascinante, estaba desposada con Haia, un noble vástago, titular del sello, el igual de An y de Enlil. Cuando Haia hubo vertido en su regazo la semilla sagrada, Nisaba, también conocida como Nunbarshegunu, dio, como era natural, nacimiento a la hermosa Sud, a quien tomó cariñosamente en sus brazos y amamantó con lo mejor de sus pechos.

Y Sud, andando el tiempo, se convirtió en una joven niña muy agradable y cautivadora. Era un verdadero encanto. Un día, delante de la entrada de la casa de su madre, en la puerta del Ezagin, se hallaba precisamente Sud, que sin advertirlo era admirada por los dioses que por allí pasaban, como puede admirarse a un hermoso animal, noble y espléndido. En aquel tiempo, todavía lejano, no se le había dado una esposa al dios Enlil, el Gran Monte, que habitaba en el Ekur, su magnífico templo de Nippur. Tampoco en el Kiur, una de las estancias nobles de aquel templo, se había pronunciado nunca el nombre de Enlil.

Enlil Busca una Esposa

Enlil no renunciaba a tener una esposa. Y para ello, en espera de que los dioses le otorgasen una, se lanzó por su cuenta a buscarla por todas las tierras conocidas. Después de haber recorrido, inútilmente, todo el país de Sumer, hasta el borde del mundo, en búsqueda de una esposa, Enlil, el Gran Monte, se detuvo en su caminar en la ciudad de Eresh. Y allí, cuando hubo examinado todo con sus ojos, encontró a una mujer que le causó impacto, que vino a alegrar su corazón.

[Nada más verla quedó prendado. Pero, de hecho, se había enamorado de una mujer que había encontrado en la calle, ante la puerta de una noble y sagrada mansión. Esta circunstancia no se ajustaba ni a las normas divinas ni a las humanas. Las diosas y doncellas recatadas no andaban por las calles, sin más. Los acuerdos matrimoniales se decidían tras largas conversaciones en las que los padres tenían la última palabra. En cualquier caso, ¡se trataba de la hermosa y joven Sud, la hija de Nisaba! Totalmente dichoso, deleitándose con la dulce expresión de la joven y con su inmaculada belleza, Enlil, ardiendo en deseos de conocerla, se acercó y le dijo a la hermosa Sud, a la que había confundido con una prostituta]:

-Mujer, te recubriré gustosamente con un manto señorial y tras haber hecho el amor contigo te convertirás en mi mujer. Tu belleza me ha seducido completamente, aunque no seas una persona de calidad, de orígenes nobles.

A pesar de su juventud y candidez, Sud le replicó a Enlil:

-Puesto que me hallo, con toda honorabilidad delante de mí puerta, ¿por qué empañas mi reputación? ¿qué quieres de mí? ¿por qué me has abordado? Joven señor, nuestra conversación ha terminado ¡Desaparece! Otros ya han intentado esquivar a mi madre y sólo han conseguido enfurecerse ante mi negativa.

Pero Enlil, tras haberla interpelado, se dirigió nuevamente a Sud:

-¡Bien! Debo hablar y discutir contigo, ¿quieres ser mi mujer? ¡Bésame, mi querida de ojos embelesadores, y después decide!

Propuesta de Matrimonio de Enlil a Sud

Apenas estas palabras habían salido de la boca de Enlil, cuando ella entró rápidamente en la casa cerrándole la puerta ante sus narices. Vuelto Enlil, totalmente conmovido, a su templo, viendo con claridad que aquella joven le interesaba, llamó a su fiel mensajero Nusku.

-¡Rápido, Nusku! He aquí mis instrucciones sobre este asunto: Te voy a enviar a Eresh, enclave de antiguos orígenes, la ciudad de Nisaba, a fin de que repitas fielmente sin dilación a una diosa lo que voy a decirte.

Tras detenerse unos instantes e inspirar una profunda bocanada de aire, prosiguió Enlil:

-Te voy a dar a conocer mis deseos por el presente mensaje. Di lo siguiente: Quiero casarme con tu hija: dame tu consentimiento. Te envío estos presentes personales, acepta también mis regalos de boda. Soy Enlil, nacido de Anshar, el muy augusto, el rey del Cielo y de la Tierra. Tu hija tomará el nombre de Ninlil y será conocida en la totalidad del mundo como tal.

Le ofrezco todas las riquezas del Gagishshua; le daré como habitaciones privadas el Kiur, uno de los sectores preferidos de mi Casa. Vivirá conmigo en el grandioso palacio del Ekur. Conmigo ella determinará los destinos y distribuirá los poderes entre los dioses Anunna, los grandes dioses. En cuanto a ti te confiaré la vida de los “cabezas negras”.

Su mensajero Nusku le escuchaba con total atención, repitiendo mentalmente las palabras que iba oyendo. Enlil proseguía diciendo:

-Cuando tú llegues allí abajo, Nusku, la encantadora mujer elegida por mi corazón estará cerca de su madre. No te acerques con las manos vacías: con tu izquierda entrégale los tesoros que voy a disponer. ¡Vete y tráeme lo más rápidamente posible su respuesta!

Cuando Nusku, el jefe de la Asamblea, hubo recibido las órdenes de Enlil, sin perder un instante se puso en camino y llegó a Eresh. Arribado allí, penetró en el Ezagin, residencia de Nanibgal, esto es de Nisaba, a quien también se la conocía con aquel otro nombre. Allí se prosternó ante ella, sentada en su trono; después el enviado de Enlil se irguió y la miró a los ojos.

La diosa le preguntó:

-¿Qué te trae por aquí, Nusku? Hace tiempo que no nos veíamos. ¡Dime qué recado traes!

Siguen 11 líneas incompletas o muy dañadas en las cuales Nusku transmitiría las peticiones de Enlil.

[El mensajero de Enlil, tras agradecer el recibimiento, le dio cuenta de los deseos de su señor, de Enlil, repitiéndole una a una las palabras que se le habían dicho].

Cuando hubo terminado de hablar, Nanibgal se dirigió cortésmente al mensajero:

-Oh, digno consejero de tu rey, siempre atento a sus órdenes, nadie como tú puede dar, cada día, sus consejos al Gran Monte. No tengo nada que reprochar a la petición que he recibido del rey. Si me has informado con verdad, rectamente (y creo que no has mentido), ¿cómo rechazaría al que me trae tan extraordinarios favores? El mensaje de vuestra Casa alegra nuestros corazones y nuestras almas y consideramos que las explicaciones nos han sido dadas y que la ofensa, que se hizo a Sud al creerla una mujer de la vida, ha quedado borrada por los regalos de boda y los presentes personales.

Respóndele, pues, a Enlil: “¡Yo seré tu suegra! ¡Cumple tus deseos!”. Respóndele a Enlil, el Gran Monte: “¡Realiza tus deseos! Que tu hermana venga aquí: le cederé mi lugar. Aruru será como mi nuera: ¡tendrá el control en toda mi Casa!”. Así le hablarás a tu señor, en su sublime Kiur. ¡Repite todo esto a Enlil en el secreto de su cámara santa!

Y cuando la noble Nisaba, en su augusto santuario, hubo dado estas órdenes al mensajero, hizo preparar un lugar de honor e instaló en él a Nusku. Asimismo, hizo disponer para él una mesa plena de delicias. A continuación, mientras Nusku daba cuenta de los ricos manjares con los que había sido obsequiado, Nanibgal salió de la estancia y mandó llamar a su hija. Llegada a su presencia, Nisaba le advirtió:

-Pequeña mía, tú has dormido hasta ahora en nuestra santa Casa, pero las habitaciones privadas ya te van conviniendo mejor. Podrás, a partir de este momento, alejarte de la “Casa de la sabiduría” de Nisaba, de mi Casa. El mensajero de Enlil, de nombre Nusku, avisado y capaz, ha manejado perfectamente su misión. Ve a encontrarlo en la Casa y dale algo de beber para que pueda paladear mejor su banquete. ¡Atiéndelo adecuadamente!

Obedeciendo a su madre, la joven Sud fue a buscar a Nusku. Tras haberle saludado, se lavó las manos y luego le tendió la copa. El mensajero, entonces, con su mano izquierda le entregó los tesoros que portaba y los dispuso ante ella en un montón. Sud aceptó discretamente aquel regalo. Después de despedirse de la joven diosa, Nusku emprendió el camino de regreso que llevaba a Nippur. Llegado a la cámara santa del Ekur, y ya ante Enlil, besó la tierra antes de transmitirle lo que había dicho a la Gran Señora y lo que ésta le había respondido. Le repitió palabra por palabra las declaraciones que Nisaba le había hecho y que daban cumplida cuenta a sus deseos. ¡Podría casarse con Sud!

Ofrendas para la Boda

Oídas aquellas noticias, Enlil quedó satisfecho y su corazón se llenó de alegría. Dio órdenes inmediatas de traer animales desde el País Alto. Cuadrúpedos, desde los cápridos a los asnos, animales que se multiplican espontáneamente en la estepa y aquellos que crecen en un número incalculable en la montaña; fueron escogidos: aurochs, ciervos, elefantes, gamos, gacelas, osos, corderos y carneros salvajes, linces, zorros, gatos monteses, panteras, búfalos de agua, monos, bóvidos fornidos y mugientes, de grandes y pesados cuernos, vacas con sus terneros, ganado salvaje de gran cornamenta, traídos con preciosas traíllas, ovejas con sus corderos, cabras con sus cabritillos, dando cabriolas y jugando entre ellos, chivos fornidos, de larga perilla, pateando de impaciencia con sus pezuñas, corderos y carneros, dignos de la mesa de un rey. Enlil los envió todos a Eresh.

Enlil envió también a Eresh gran variedad de quesos, quesos aromatizados, variadísimos productos de todo tipo derivados de la leche, miel blanca, miel endurecida, los más dulces productos, tanto ligeros como espesos. Asimismo, envió frutas de numerosas clases: dátiles, higos, pesadas granadas, cerezas, ciruelas, nueces de halub, pistachos, bellotas, dulces dátiles de Dilmún recogidos en cestos, racimos de dátiles de oscuros tonos, granadas de grandes granos, gruesos racimos de uvas tempranas, frutos exóticos colgados en sus ramas, ramas de árboles frutales crecidas en invierno, los más diversos frutos de los huertos. Enlil los envió todos a Eresh.

Siguen tres líneas incompletas que se reconstruyen por su sentido.

[Enlil envió en pesados cargamentos a Eresh gemas procedentes de Harali, de aquel país lejano, tomadas de sus almacenes; también topacios, oro, plata, lapislázuli, venidos igualmente del País Alto]. Ninmah y el mensajero Nusku iban acompañando aquellos valiosísimos regalos personales y riquezas que Enlil enviaba a Eresh. El polvo de la caravana que los transportaba se elevaba alto en el cielo formando como espesas nubes de lluvia. Antes de que hubiesen llegado a presencia de Nanibgal en Eresh, los infinitos regalos de boda llegaron a desbordar a la propia ciudad, dada su abundancia. Todo se llenó con aquellos presentes, incluso los caminos más alejados.

Existen aquí cuatro líneas en deficiente estado, prácticamente intraducibles.

Nusku trató con cortesía a Nanibgal, la suegra de Enlil, a la que éste había ofendido, tiempo atrás, en la persona de su hija. La diosa, sin hacer mucho caso a las atenciones de Nusku, se dirigió a su hija y le dijo:

-Tú serás la esposa preferida de Enlil. ¡Ojalá que te trate dignamente! Que te guarde en sus brazos y, como a la más hermosa de todas, te diga: “¡Querida, déjate tomar!». ¡Que no olvide las risas y los juegos amorosos, que los prolongue mucho tiempo! ¡Haced el amor sobre la colina y procread hijos!

Viendo que Sud se ruborizaba oyendo aquellas palabras, Nisaba cambió el tenor de sus consejos.

-Hija, que la riqueza te preceda allí, a tu entrada en la Casa de Enlil, y que siempre te acompañe la alegría. Que el pueblo entero te abra el camino en tu ruta y que, sabiéndolo el pueblo, se cumpla el destino que te he decretado. ¡Entra orgullosamente en la augusta morada!

La Luna de Miel de Enlil y Sud

Y la diosa Aruru, la hermana de Enlil, tomando a Sud por la mano, la introdujo en el brillante Ekur. Y le perfumó la cara con los perfumes más delicados. En el dormitorio, sobre un florido lecho, embalsamado como un bosque de olorosos cedros, Enlil con gran placer, hizo el amor con su mujer. Después, en el salón de su trono soberano, sin sentarse, se dispuso a bendecir a su esposa. He aquí cómo el señor de la palabra santa decretó el destino a la Señora, la elegida de su corazón:

-En adelante -dijo Enlil- tu nombre será Nintu, esto es, serás “La Señora de los nacimientos”. Asimismo, tu nombre será Dugbad, es decir, “La Señora que abre las rodillas”, la que posibilita que un nuevo ser venga al mundo. Te confío, por ello, todas las funciones que desempeñarán las matronas y todo cuanto conocen las comadronas, a las que ningún hombre han de ver nunca actuando.

Dicho aquello, le asignó su lugar en relación a las cualidades que le había determinado, así como los honores y el destino favorable.

-De ahora en adelante (continuó diciendo Enlil) esta mujer será quien enseñoree mi Casa. Esta mujer, venida de afuera, será la señora de mi Casa. Mi encantadora esposa, nacida de la santa Nisaba, será, igualmente como lo fue su madre, Ashnan: el cereal que crece, la vida de Sumer.

Después, dirigiéndose a Sud, le dijo:

-Cuando aparezcas entre los surcos, como una bella jovencita, Ishkur, el señor de las aguas, se ocupará de ti, y te hará chorrear el agua extraída de la tierra. Tu primer lino y tus primeras espigas marcarán el comienzo del año.

Dicho aquello, Enlil observó a su hermosa mujer, quien, callada, con los ojos mirando al suelo, escuchaba atentamente.

-Tú y yo (siguió Enlil), tendremos los hijos que queramos. Tendremos un único enemigo, uno del cual silencio su nombre y por cuya culpa la fuerza de su pueblo se irá debilitando. Entretanto, que la siega, la gran fiesta de Enlil, se desarrolle con todo su esplendor bajo el cielo.

Enlil quiso además obsequiar a su esposa con otros importantes regalos, y que iban a facilitar el buen gobierno y la prosperidad de los “cabezas negras” en la tierra.

-Además, mi querida Sud, te otorgó el arte del escriba, las tablillas adornadas con signos, el cálamo, las planchas de las tablillas, la contabilidad, el cálculo, los jalones del agrimensor, la caña de medir, la fijación de los mojones, la planificación de los canales y de los diques, todo ello será tuyo, como en su tiempo lo había sido de tu madre. Y los campesinos y aparceros revalorizarán el provecho de sus campos. ¡Oh mujer de la que estoy orgulloso, que eres más eminente que las montañas! ¡Eres la Señora! ¡Puedes realizar todo lo que quieras!

Después de concederle a su joven esposa el arte de la escritura y de otorgarle el poder de decisión sin límites, el dios Enlil añadió lo siguiente:

-A partir de ahora, siendo yo, Enlil, el rey, tu nombre de Sud se cambiará por el de Ninlil. ¡Y Ninlil será la reina! Una divinidad sin gloria tiene en este momento un nombre ilustre. Mientras distribuyas los pastos, los campesinos y los ganaderos te obsequiarán con incesantes ofrendas.

Luego, dirigiéndose Enlil a las divinidades presentes les dijo:

-Cualquiera que tenga cuidado de ella, que la honre, será ella quien le decretará el destino. Y cada vez que se le lleven presentes al santuario de Nippur, a esta nuestra Casa, se deberá entonar esta alabanza sagrada: ¡Gloria por siempre a Enlil y Ninlil!

Mesopotamia

Inframundo Sumerio

El inframundo sumerio

Pazuzu

Conjuros de Pazuzu

Bibliografía

  • Federico Lara Peinado (2017). Mitos De La Antigua Mesopotamia: Héroes, dioses y seres fantásticos (pag.263). Editorial Dilema. ISBN 8498273889. PDF.
  • J.L. Amores (2023). Dioses Sumerios: Tomo I. Entre el Cielo y La Tierra. Basado en la Asiriología. ISBN: 979-8859303960
  • J.L. Amores (2023). Dioses Sumerios: Tomo II. Entre el Cielo y La Tierra. Basado en la Asiriología. ISBN: 979-8859545308