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Anunnakis

Girra y Elamatum

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos

Una tablilla, localizada en Sippar (¿o en Tell ed-Der?), fechable en tiempos del rey babilonio Ammisaduqa (1646-1626 a.C.), con una extensión de 53 líneas, relata en lengua acadia y de modo muy sintético un mito centrado en el dios del fuego Girra y una desconocida divinidad, Elamatum, que ha sido identificada bien con una estrella separada de su constelación bien con una Ishtar del Elam.

La tablilla, con evidentes reflejos históricos, constituía la séptima de un conjunto, hoy perdido, redactado por el escriba babilonio Ilshu-iqisha. Gran parte de su comienzo y de su final han llegado en muy mal estado de conservación. A fin de una mayor comprensión las lagunas textuales han sido reinterpretadas aquí de modo totalmente libre.

Mitos Mesopotámicos

Nanna

El rebaño de Nanna

Enki

El viaje de Enki a Nippur

Mito de Girra y Elamatum

El dios Ea (Enki) reinaba en su morada. Cielo y tierra tenían sus reglas. Los deseos de Ea, el dios de la sabiduría, era que todos los dioses fueran buenos. Sin embargo, la diosa Elamatum, la «Mujer del Elam», propagó una hambruna en la tierra hasta el extremo de enfadar al príncipe Ea.

Los demás dioses, los Igigi, le dijeron:

—Haz que los hombres rieguen, que hagan feraz la tierra y que la diosa se convierta en propicia Vaca. En verdad, príncipe Ea, tú ordenaste que la descendencia de ella fuera numerosa. Pero ¿qué ha ocurrido? Dicho lo cual, cesaron de hablar.

Algún tiempo después de aquello, el dios Enlil entró en su morada y tomó residencia en su santuario. Los Igigi entraron después y besaron sus pies. ¡Sí! Enlil entró y se acomodó en su santuario y los Igigi, después de entrar, le besaron los pies. También Girra, el feroz guerrero, entró con ellos y besó los pies de su padre. El heroico rey de los dioses, Enlil, al verle, le fijó su destino por encima de sus hermanos, los otros dioses:

— ¡Ve! ¡Sé la luz de la humanidad! Por tu propio poder te hiciste visible. Que «Girra», sea tu nombre.

Luego, tras mirar al resto de los dioses, le dijo:

—Hasta que tú no comas, que tus hermanos, los dioses, no coman. Hasta que tú no bebas, que tus hermanos no beban. Hasta que tú les muestres la luz, que las vigilias de tus hermanos, los dioses, estén sin iluminar.

Dicho lo cual, se acercó a su hijo Girra y, tras tomarle de la mano, le indicó:

—Camina con Asalluhi, el dios de la magia, el exorcista de los dioses, y que tu nombre esté presente en la casa de los dioses y de los hombres. También, que la diosa Elamatum, a quien tú mataste, se alce. ¡Déjala estar en medio de los cielos! Y que en medio de los pueblos ella beneficie a su pueblo.

Hecha la alusión a la lucha que tiempo muy atrás habían sostenido Girra y Elamatum, Enlil se separó un poco de su hijo. Después el Señor de los destinos y rey del diluvio se dirigió a la totalidad de los dioses allí presentes y les dijo:

—Que Elamatum se alce en el cielo, que beneficie a su pueblo y que, en las festividades, en medio de mi canción, se la nombre. Que entre los dioses, oh hijo mío —ahora se volvió hacia Girra—, tus hermanos, no tengas rival. Eres el preferido de tu padre entre todos ellos. ¡No tienes rival!

Séptima tablilla. De la mano del escriba Ilshu-iqisha.

Mesopotamia

Nergal y Ereshkigal

Nergal y Ereshkigal

Ur-Namma

La muerte de Ur-Namma

Bibliografía